A pesar de los compromisos asumidos por el Perú para reducir en 30% sus emisiones de efecto invernadero y fortalecer sus políticas de adaptación a los impactos del cambio climático, los incendios no tienen cuándo parar. Mitigar las causas -y los efectos- de las llamadas quemas de temporada es responsabilidad del Ejecutivo. Por si lo ha olvidado el gobierno del presidente Martín Vizcarra, el artículo 310 del código penal prevé una penalidad de 4 a 6 años de prisión efectiva para quienes incurran en delitos ambientales como éste. No hay que olvidarlo: el calentamiento global nos está ganando la batalla #OtroMundoesPosible. 

En Huayllafara, una comunidad campesina cuyas familias han empezado a habilitar sus casas para hospedar turistas en búsqueda de experiencias que tonifiquen sus vidas, las cosechas de papas, maíz, quinua, habas, ollucos, cebada, tarwi se extienden a lo largo de todo el año. La explosión de la vida se deja ver en cada uno de los pliegues de su maravillosa geografía.

Increíble, en estas tierras bendecidas en apariencia por la naturaleza la desnutrición alcanza al 40,4 por ciento de su población; un índice muy por encima del promedio nacional. En Huayllafara, 3,430 msnm, también en Huancco Pillpinto, Huchuy Qosqo, Huama, Poques o Huanca Ayllu, las demás comunidades de este vallecito que se avienta hacia el río Urubamba, de cada 100 pobladores, 56 se encuentran debajo de la línea de la extrema pobreza. Al menos eso es lo que dicen las frías estadísticas.

En las alturas del “país de los Incas”, ese que brilló durante la inauguración y clausura de los últimos Juegos Panamericanos, si nos atenemos a los guarismos, los estándares de vida se parecen a los que padecen los habitantes de África subsahariana.

Transformar esa dolorosa situación no parece estar entre las prioridades de las autoridades locales. Tampoco en los items más importantes de la cambiante agenda nacional.

Tiempos de cambio

“Con trabajo bien remunerado y mejores condiciones de vida para la gente se puede transformar nuestra región”. Franco Negri, limeño, vecino de estos valles desde hace casi veinte años e impulsor de La Base Lamay, una empresa de turismo y desarrollo rural que ha empezado a operar en el distrito, está convencido que la adecuada gestión de los recursos y la búsqueda de nuevos mercados para la producción campesina son la única garantía a la mano para cambiar la situación socioeconómica de estas comunidades.

Franco Negri, fundador de La Base Lamay y hombre de turismo. 

Voy a decirlo en voz alta: en las zonas rurales del Cusco, el destino turístico más transitado y boyante de nuestro país, apenas el veinticinco por ciento de la población en edad escolar termina la secundaria, el resto debe resignarse a vivir con los dos dólares diarios que señalan nuevamente las estadísticas.   

O migrar donde se enseñorea la minería del oro ilegal y las otras ilegalidades. O soñar con la venta de las tierras que algún día heredarán de sus mayores. Chinchero, dixit.

Franco Negri y Diego Del Río, limeño fugado de la gran ciudad y también lamayino por decisión propia, se han propuesto acabar con ese paradigma y están apostando desde La Base por el turismo vivencial, por la agricultura ecológica, por el turismo de naturaleza y el de nichos específicos –ciclismo de montaña, pesca, birdwatching- también por los econegocios, por toda actividad productiva capaz de maridar modernidad con tradición.

“La papa que crece en estas montañas, es única. También la quinua, el tarwi, la oca, la mashua. Y la gastronomía popular, el arte textil, la agricultura campesina, la ganadería”, explica Negri. “El punto es poner en valor lo que tenemos y empezar a vivir de la comercialización apropiada de lo que producimos”, continúa.

Hace unos días me tropecé con Franco y Diego en Huayllafara, los encontré hablando de negocios con el comité de turismo de la comunidad campesina. Don Benigno Huallpa, líder comunitario escuchaba con inusitado interés lo que le explicaban sus dos vecinos. También Pilar Montesinos, lamayina y una de las responsables de La Tierra de los Yachaqs, una asociación que agrupa a ocho comunidades del Valle Sagrado que se han organizado para ofrecer turismo vivencial de la más alta calidad y generar también desarrollo rural.

Turismo vivencial en las alturas del Cusco. 

Ellos, doña Apolinaria, doña Fidelia y el resto de pobladores de la comunidad de Huayllafara están decididos a “sacar” los productos de sus quebradas para ponerlos en los mercados que valoren su autenticidad y estén dispuestos a pagar lo que es justo. Necesitan socios que los ayuden a dar el paso que les falta.

Por lo pronto las papas nativas de Huayllafara y Huanco Pillpinto han encontrado un comprador interesado en hacer negocio. Cusco Restaurants, la cadena que agrupa marcas tan importantes como Inkanto e Inka Grill, restaurantes top del Cusco más turístico, ha adquirido un primer lote para ofrecer las papitas nativas, tipo papá cocktail, como tentempié a su distinguida clientela. “Con su uchucuta –la salsa de ají de los cusqueños- deslumbran por su textura y sabor”, lo comenta Rafael Casabonne, CEO de Cusco Restaurants y como buen vecino de Lamay, aliado natural de sus productores.

El local de La Base Lamay en la plaza principal de la villa próxima a Pisac se ha convertido en una incubadora de proyectos. En las tardes campesinos de paso por Lamay se reúnen para revisar planes de negocio y llenarse de entusiasmo. A las papitas nativas, se han empezado a integrar el negocio de la miel de abejas, los textiles decorados con tintes naturales, la gastronomía y la carne de trucha. Pero pronto serán los hongos y las artesanías, el turismo comunitario, los ecodeportes, los servicios turísticos, las plantas medicinales, la reforestación.

Cuidado con el futuro

Urubamba y Calca, la jurisdicción a la que pertenece el distrito de Lamay ,son las dos provincias con mayor afluencia turística del país. Eso nadie lo discute. Podría decor, por tanto, las que más ingresos económicos reciben por una actividad económica en crecimiento y que se desarrolla durante todo el año, sin parar. Sin embargo, al igual que en el caso Cajamarca y su innegable vocación minera, Urubamba y Calca son dos de las provincias más pobres y vulnerables del Cusco. En ambas los índices de pobreza superan el 50% de la población.

Fortalecer el capital humano en condiciones de extremo abandono es otro de los desafíos que deben afrontar los consorciados en el proyecto de desarrollo de La Base Lamay. “Felizmente, agrega Negri, el municipio nos está escuchando y tiene deseos de empujar el coche en la misma dirección”. Igual la iglesia, las asociaciones de base y el empresariado local, que ciertamente existe y ha empezado a hacer sentir su voz. Sin la gente no se avanza.

Papas nativas para el mundo. Esa es la revolución que nos falta emprender. 

Para Franco Negri, un veterano con más de quince años a la cabeza de Explorandes, la agencia pionera en turismo de aventura en el Perú, el turismo, si es que se gestiona de manera responsable, resulta la mejor herramienta para cuidar el medio ambiente. “Los negocios que estamos impulsando, todos, tienen como meta la mejora del hábitat que compartimos”, afirma. “Si el campo no tiene la capacidad de poner en valor lo que tenemos, no hay salida; sin platita para la gente, la pérdida de los activos culturales y naturales que han sobrevivido será irremediable”. Negocios sostenibles, tejido empresarial, mercados justos, empresa comunal y también empresa privada, esas son las palabras que más se repiten en Lamay.

De allí la desazón de emprendedores sociales y pobladores locales comprometidos con el cambio frente a la temporada de incendios que está asolando al departamento. Y al resto del país. Al momento de cerrar estas líneas el Cusco es un campo de fuego: según cifras del Centro de Operaciones de Emergencia Regional (COER) las quemas provocadas por los campesinos con el propósito de mejorar la disposición de pastos han arrasado cerca de 7,000 hectáreas de cultivo precisamente en las zonas donde se agolpa la pobreza extrema.

“En Qoya, Huayllafara y Huchuy Qosqo, tres de las localidades por donde se mueven los turistas que estamos convocando, comentan los muchachos de La Base Lamay, el fuego está destruyendo caminos y coberturas boscosas que utilizamos para generar desarrollo”. Es así, en Lamay, Calca, repiten los medios de comunicación del Cusco resultó afectada la zona arqueológica Hatun Llaqta.

Para el biólogo Efraín Samochuallpa, flamante presidente de la Comisión Ambiental del Cusco (CAR) y director regional de la ONG Conservación Amazónica ACCA, la situación es más grave en estos tiempos de estrés hídrico y calentamiento global. “Los incendios pueden volverse incontrolables debido a la sequedad de los pastizales alto-andinos y a la pérdida de humedad que están sufriendo los bosques nubosos más cercanos”. En cristiano, si no se detiene su avance se ponen en riesgo áreas de alta biodiversidad e inestimable riqueza cultural como el Parque Nacional Manu y el Santuario Histórico de Machu Picchu. Nuestras gallinas de los huevos de oro, para decirlo de otra manera.

Cusco en llamas. ¿Incendios o desarrollo?, la respuesta la tendrán que hacer los propios involucrados.

En Machu Picchu los incendios fueron controlados por los voluntarios convocados por la municipalidad local y los bomberos forestales del Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (SERNANP) que permanecían en esos días en el santuario. Como se ha comentado en la prensa nacional, el grueso de los socorristas de esta institución y del Ministerio de Cultura se encontraban en Kuélap apoyando a los brigadistas locales a controlar el fuego.

Aun así, las cenizas provocadas por el siniestro lograron “saltar” sobre el río Urubamba extendiendo la emergencia hacia los campos de Santa Teresa, en La Convención.

Solo en julio, insisten las autoridades del COERN se registraron 53 incendios forestales en el Cusco. “Los perjudicados siempre son los más pobres, acota Miguel Ángel Atausupa, gerente de Gestión Ambiental de la Municipalidad de Machu Picchu, en nuestra localidad el incendio en la zona de Collpani ha dejado a varias familias en la indigencia. Los reportes que tenemos indican que se han perdido cultivos de café, coca, yuca, plátanos y también cajas con miel de abeja a lo largo de más de 50 hectáreas”.

Para Samochuallpa y Atausupa, cusqueños de pura cepa, resulta necesario invertir con urgencia en prevención y educación ambiental. “Necesitamos que los municipios distraigan recursos en mejorar el equipamiento de las brigadas contra incendios, se necesitan hidrantes, rastrillos, “matafuegos”, cascos forestales”, acotan y tienen muchísima razón.

Miguel Angel Atausupa, gerente de la Municipalidad de Machu Picchu. Su municipio ha adelantado que va a distraer fondos para una apropiada gestión de las llamadas quemas de temporada.

“En el incendio que se originó en Qoya, termina de explicarnos Franco Negri en su oficina de La Base Lamay, uno de los bomberos resultó herido. Los demás, agotadísimos, tuvimos que apoyarlos con refrescos y lo que podíamos, los pobres tienen que apagar el fuego con palos y ramas”.

La semana pasada el propio COER reportó la muerte por quemaduras de un menor de 13 años en la localidad de Checacupe y el Instituto Nacional de Defensa Civil (Indeci) informó que desde el 27 de julio se han reportado 98 incendios forestales en 18 regiones del país, en su mayoría originados por acción humana. El fuego se ha hecho fuerte principalmente en Cusco, Puno, Huánuco, Ayacucho y Cajamarca.

Así están las cosas en el departamento del Cusco. Por un lado, participación popular y muchas ganas de afrontar los retos económicos; por otro, metidas de pata de la propia gente y harta displicencia de sus autoridades. El desafío pareciera ser uno solo: construir desarrollo de manera conjunta, entre todos. Aquí se hace indispensable el #jugamostodos de los últimos Juegos Panamericanos. O el #sísepuede del Cienciano campeón de la copa Sudamericana.

Bomberos forestales del cuerpo de seguridad ciudadana de la Municipalidad de Machu Picchu.



Fotos de Diego del Río/La Base Lamay