Se cumplieron 50 años de la creación de la Estación Biológica Cocha Cashu en el Parque Nacional Manu, uno de los centros de investigación científica más importantes del planeta. Viajamos hasta la cocha ubicada en el corazón del área protegida para celebrar tan importante acontecimiento.
John Terborgh, el ícono vivo de los estudios científicos en la Amazonía peruana, llevaba más de diez años recorriendo las selvas de Loreto, Ucayali, San Martín, Huánuco, Junín, Cusco y Ayacucho sin haber visto mucho en materia de grandes vertebrados: “Apenas un mono araña y una que otra manada de huanganas”, lo ha comentado repetidas veces. Para un científico interesado en realizar estudios a largo plazo en ecología tropical esa improductividad resultaba fatal: por eso es que tomó la decisión de aventurarse a conocer el Manu, el Parque Nacional que el Estado acababa de crear en 1973 para proteger cerca de dos millones de hectáreas de bosques intactos y naturaleza pura en el sudeste del Perú.
Una vez en el Manu, Terborgh y sus compañeros de ocasión –Howard y Nicholas Brokaw, Esteban Carpio, Klaus Wehr y Robin Foster– se instalaron en los bordes de una cocha poblada por aves de todos los plumajes y lagartos descomunales donde encontraron una insólita cabaña de madera cuya puerta sellada con un candado invencible no pudieron franquear. Durante los diez días que permanecieron en ese Edén natural los afortunados investigadores no hicieron otra cosa que avistar decenas de monos, tapires, felinos y varias manadas de huanganas desplazándose sin problemas entre los grandes cedros, caobas y shihuahuacos de los entornos próximos a la laguna que los guías del parque recién inaugurado llamaban Cocha Cashu.
“Lo que vi en esos días me hizo revisar, de manera bastante radical, mi comprensión del ecosistema del bosque tropical”, comentaría Terborgh tiempo después.
El entonces profesor de la universidad de Princeton y por muchos años catedrático en Duke University se enamoró a primera vista de los bosques de Cashu, un lugar de la Tierra que había permanecido ajeno a la cacería comercial donde la flora y la fauna se seguía manteniendo como en el principio de los tiempos.
Hasta el día de hoy llegar a Cocha Cashu no tarea sencilla. Hay que apretar los dientes y armarse de valor. El lago meándrico o cocha en forma de herradura se encuentra en el corazón del Parque Nacional Manu, un área natural protegida de 1’716,295 hectáreas habitada por indígenas matsigenkas agrupados en cuatro centros poblados: Tayakome, Yomibato, Cacaotal y Maizal.
El área es habitada por grupos nómades de indígenas mashco-piros, probablemente yines, en estado de aislamiento. Los científicos de la estación biológica los llaman “nomoles” y están obligados a cumplir un riguroso protocolo para evitar el contacto cuando ingresan a sus trochas o se acercan a las estructuras de madera de la estación.
La cocha no excede en tamaño las 24 hectáreas y debió formarse hace más de cien años al desviarse las aguas del río Manu de su cauce original, un hecho frecuente en los ríos de la selva baja. Se arriba a Cashu después de una navegación de dos días por los ríos Alto Madre de Dios, Madre de Dios y Manu que se inicia, por lo general, en el puerto de Atalaya, en el borde departamental del Cusco.
La casita en la pradera
La cabaña que el Dr. Terborgh encontró en Cocha Cashu había sido construida en el verano de 1969 por un grupo entusiasta de alumnos y profesores de la Universidad Nacional Agraria La Molina (UNALM) con parte de los recursos económicos proporcionados por la Sociedad Zoológica de Fráncfort al estudiante de post grado Kai Otte para llevar a cabo un estudio sobre los lagartos negros (Melanosuchus niger) de la cuenca del río Manu. El primero de la larga historia de la Estación Biológica Cocha Cashu, un centro de investigación concebido hacia finales de la década de 1960 por el naturalista Paul V. Pierret y el joven investigador peruano Marc Dourojeanni, ambos ligados a la Facultad de Ciencias Forestales de la universidad limeña, mientras se discutía el establecimiento del parque.
Desde entonces la estación biológica no ha dejado de recibir a estudiantes e investigadores de diversas nacionalidades –18 según Terborgh, el científico a cargo de la estación durante 39 años– quienes se introducen en el corazón del parque para tratar de descifrar las incógnitas de la vida natural que bulle entre sus árboles varias veces centenarios y en sus cuerpos de agua. 770 publicaciones científicas, 36 tesis de maestría y doctorado, centenares de papers, componen el corpus académico de un centro de generación de conocimientos que se ha convertido, cincuenta años después, en una de las estaciones científicas más renombradas del neotrópico.
Para celebrar este primer medio siglo de vida, los directivos de San Diego Zoo Global, la institución científica que administra la estación biológica desde el año 2011, al alimón con el Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas (SERNANP), decidieron tirar la casa por la ventana y armar la jarana.
En junio, el ingeniero forestal César Flores Negrón, director de la Estación Biológica Cocha Cashu y administrador de San Diego Zoo en Perú, molinero y en su momento también aplicado estudiante en Cashu, se encargó de inaugurar en el Centro Cultural Brasil-Perú de Miraflores una exposición fotográfica dedicada a conmemorar el acontecimiento con imágenes captadas por destacados fotógrafos de paso por la estación.
La muestra que en Lima reunió a multitudes de vecinos y a cashuenses de hasta cuatro generaciones va a ser llevada también a Puerto Maldonado y Cusco. Las fotos de André Bärtschi, Dano Grayson, Christian Quispe, Fortunato Rayan Pérez –ex motorista y ahora fotógrafo de naturaleza, un recioo paucartambino formado en la estación-, Jessica Groenendijk, Christian Ziegler, Walter Wust, Gabriel Herrera, Frank Hajek y otros investigadores y fotógrafos de paso por Cashu grafican con claridad el trabajo científico y la impresionante biodiversidad de la estación.
Asimismo, San Diego Zoo Global, en su afán de alentar el trabajo periodístico en el ámbito de las áreas naturales protegidas anunció la convocatoria del Premio Bárbara D’Achille en Periodismo de Naturaleza y Conservación, certamen que cuenta con el auspicio del Sernanp y el diario El Comercio que premiará a dos de los ganadores con una estadía de cuatro semanas en la estación biológica. La recordada Bárbara D’Achille visitó repetidas veces Cocha Cashu convirtiéndose en una de sus más activas promotoras.
Lost in the Jungle
Pero allí no acabaron las celebraciones. La semana que pasó la estación ubicada a tres días del Cusco –dos de ellos de obligada navegación por los ríos Alto Madre de Dios y Manu– recibió a un nutrido grupo de expertos en ecología tropical provenientes de las más prestigiosas universidades de los Estados Unidos. Con sus pares peruanos, los investigadores visitantes se juntaron en el mismo lugar donde los molineros del 69 construyeron la cabaña que Terborgh se encargó de reconstruir siguiendo el modelo original, para evaluar los cincuenta años transcurridos desde ese primer impulso y planear los retos por venir, que son muchísimos y están definidos por el cambio climático y la degradación de los ambientes naturales.
Bajo la batuta de Ron Swaisgood, director de ecología animal del San Diego Zoo Global y director científico de Cocha Cashu, un estudioso en cuyo palmarés académico destaca su trabajo con pandas gigantes, rinocerontes negros, cóndores de California, osos de anteojos y demonios de Tasmania, y el monitoreo de Varun Swamy, experto indio-estadounidense con largos 16 años de recorrido por la Amazonía peruana, los convocados al workshop afinaron la puntería y al término de los tres días de trabajo, paseos por las trochas de la estación, avistamiento de aves y chapuzones en la cocha incluidos, concluyeron que tenemos Cocha Cashu para rato.
Varun sintetizó mejor que nadie el trabajo realizado: “Hemos tenido la suerte de recibir a un grupo de científicos de diferentes disciplinas relacionadas a la ecología tropical. Con ellos hemos sintetizado los primeros 50 años de nuestra estación biológica, por Cocha Cashu han pasado gigantes de las ciencias naturales, pero ahora nos encontramos en el siglo XXI, la tecnología ha evolucionado tanto que podemos darnos el lujo de tener aparatitos que cuestan menos que una lap top que pueden volar sobre el dosel del bosque para interpretar la vida que existe en la copa de un árbol como nunca antes se había hecho. La idea es que la ciencia que se produce en esta estación ingrese al nuevo siglo. Queremos que las nuevas tecnologías, los nuevos métodos de investigación, las nuevas preguntas que nos hacemos nos permitan entender de mejor manera el funcionamiento de estos bosques tropicales y su adecuada conservación”.
Magnífico. Entre los ilustres participantes en el taller estuvieron Brian Sedio, experto en ecología y evolución química de las plantas de la Universidad de Texas; Kenneth Feeley, especialista en ecología y biogeografía de bosques tropicales de la Universidad de Miami; Louis Santiago, profesor de ecología y evolución de los procesos fisiológicos vegetales de la Universidad de California; Haldre Rogers, investigadora en ecología de poblaciones y comunidades, biología tropical, servicios ecosistémicos y conservación de la Universidad Estatal de Iowa y Dushmantha Jayawickreme, especialista en geofísica, hidrología y ciencias del suelo de la Universidad Estatal del Sur de Connecticut.
La lista incluyó también a ornitólogos, estudiosos de la conducta de lobos de ríos, otro de los animales emblema de la estación biológica, y oceanógrafos. Ciencia pura al servicio del futuro del planeta.
Cincuenta años más
“Queremos que Cocha Cashu se convierta en los próximos años en un espacio de diálogo intercultural e interdisciplinario que permita a los involucrados en su protección y apropiada gestión -machiguengas, amazónicos, andinos, costeños, extranjeros- encontrar las soluciones que se necesitan para enfrentar los grandes desafíos de la cuenca y del planeta”, comentó César Flores, el responsable en el Perú de las actividades de San Diego Zoo Global.
Y que la nueva generación de científicos peruanos pueda asumir la posta que están dejando John Terborgh, Mercedes Foster, John Fitzpatrick, Robin Foster, masters entre los masters de los estudios amazónicos.
Cocha Cashu, sigue albergando, pese a las arremetidas del extractivismo chicha y el crecimiento demográfico de las localidades de la provincia de Manu, poblaciones sanas de especies ecológicamente importantes o en peligro de extinción como maquisapas, huanganas, lobos de río, tapires y jaguares. De allí la importancia de seguir conservando sus espacios naturales y apoyando desde el Estado y la sociedad el trabajo de los investigadores que arriban a la estación.
Como lo han comentado los directivos de San Diego Zoo Global, a medida que la selva tropical se siga perdiendo –y un estudio reciente estima que solo en el último año se deforestaron en Brasil 1´347,132 hectáreas de bosques– el valor de Cocha Cashu y el Parque Nacional Manu como paisaje de referencia para sanar lo que nos obstinamos en destruir irá en aumento.
Larga vida a la Estación Biológica cuya primera cabaña levantaron a pulso los estudiantes de la facultad de Ciencias Forestales de la UNALM Jaime Evans y Manuel Ríos, patriarca en vigencia del conservacionismo peruano, sus profesores Rudolph Hofmann y Augusto Tovar y el científico belga Paul Pierret. Ellos, con la invalorable ayuda de un motorista, un carpintero y dos trabajadores reclutados en Boca Manu, la población más cercana a Cashu, sentaron los cimientos de un gabinete científico que enorgullece a los peruanos y sigue convocando prosélitos de todo el mundo.
(Foto abridora: Anole manchado o anole verde del Amazonas (Anolis punctatus). Foto Fortunato Rayan Pérez.