La oficina de Daniela Pogliani se encuentra en el segundo piso de una casita típicamente miraflorina en uno de los límites de un distrito que intenta organizar la vida de sus vecinos de otra manera.  

En una ciudad desbordada como Lima, con más de diez millones de habitantes, Miraflores es a todas luces una comuna ejemplar, diferente, administrada por un consejo municipal que intenta gestionar el distrito de manera ordenada, pensando en los retos de un milenio que exige un modo de concebir la vida en las ciudades –y en el campo- de manera diferente, de otro modo.

He llegado al nuevo local de Conservación Amazónica – ACCA para empezar a hablar precisamente de sostenibilidad, un concepto que se ha ido incorporando rápidamente al discurso político, y eso tal vez sea lo más peligroso, como se incorporaron en su momento los de ecología, responsabilidad social y, ahora último, ciudadanía.

Pero no, en la ahora muy reconocida Asociación para la Conservación de la Cuenca Amazónica (ACC), una organización conservacionista fundada en 1999 por Enrique Ortiz y Adrian Forsyth con el objetivo de preservar el bioma amazónico, uno de los más vitales e importantes del planeta, las cosas –los conceptos- se manejan, felizmente, muy en serio. De otra manera.

Daniela Pogliani, italiana con largos años de residencia en nuestro país, experta en administración y gestión de proyectos de desarrollo, es desde hace casi seis años la directora ejecutiva de la organización conservacionista.

Difícil tarea la que le ha tocado ejercer, pienso: los tiempos definitivamente no son los mejores para quienes se afanan en defender el medio ambiente y precisamente en las dos regiones donde trabaja su institución –Cusco y Madre de Dios- el aumento desmedido de la deforestación y el incremento del extractivismo no se detiene.

“Es la misma naturaleza quien nos recuerda día a día, lo ha comentado en el prefacio de la memoria que su institución publicó al término de su ejercicio anual 2017, que los seres humanos estamos conectados con nuestro entorno y que cada una de nuestras acciones es importante y deja huella en el planeta”.

“Para conservar estos increíbles ecosistemas tratamos de que la interacción del hombre con la naturaleza sea respetuosa del equilibrio milenario de dar y recibir. En Conservación Amazónica –Acca, me lo termina de decir, nos estamos acercando con humildad a los bosques para estudiar y comprender sus dinámicas y desde esa lógica apoyar el desarrollo de prácticas sostenibles que estén basadas en la ciencia y la tecnología”.

Comparto el mismo convencimiento, es por ello que decidí caminar estos últimos cuatro meses por la Amazonía del sur del Perú con los técnicos de su organización, una región muy golpeada por esa manía tan nuestra de convertir nuestros recursos naturales en insumos básicos para el descontrol, los negocios fáciles y la destrucción de la Madre Naturaleza.

La Amazonía que estamos destruyendo

Primera estación, Kosñipata

Llegué al Cusco a inicios de junio y en la ciudad imperial sus habitantes no hablaban de otra cosa que de la concesión que el Estado acaba de otorgar a una empresa privada para iniciar una operación minera en la famosa Montaña de Colores, Vinicunca, un impresionante y muy concurrido producto turístico en las proximidades del apu Ausangate, la montaña de 6384 metros de altura que veneran los cusqueños, que se ha convertido en los últimos años en factor de identidad regional.

La Cordillera del Ausangate, con sus 468 montañas enclavadas en uno de los paisajes culturalmente más ricos del sur andino, es la segunda cordillera más larga del país y fuente inagotable de servicios ambientales para el departamento del Cusco y una larga relación de pueblos que se localizan en las yungas orientales de esa parte del país.

En sus picos nevados, lagunas de altura, bofedales y riadas nacen las aguas de la mayoría de los ríos que discurren hacia la sierra del departamento y la llanura amazónica.

Conservación Amazónica – ACCA viene apoyando desde hace algunos años al Gobierno Regional del Cusco en la complicada tarea de creación del Área Regional Ausangate, una categoría de protección prevista en la legislación peruana que, de aprobarse, garantizaría la gestión apropiada de un ecosistema vital para la vida de los cusqueños y la llamada macro región sur en general.

Las áreas de conservación de esta categoría prevista en nuestra legislación ambiental permiten a los gobiernos regionales manejar, de común acuerdo con los municipios locales y la población organizada, espacios naturales de importancia ecológica local.

En el Cusco, en el barrio de Wanchaq, Ronald Catpo, responsable de Áreas de Conservación de ACCA me va explicando el tenor del trabajo de su institución en el borde andino-amazónico donde se encuentra el mosaico de conservación que están ayudando a establecer en la región y las tres estaciones biológicas que gestionan en la zona: Wayqecha y Villa Carmen, en la provincia de Kosñipata, en el Cusco y la del Río Los Amigos, en la provincia de Tambopata, en Madre de Dios.

Las tres estaciones se encuentran en una zona del país cuya gradiente altitudinal convierte a esa región en una de las más biodiversas del planeta. Para este ingeniero forestal graduado en la Universidad Agraria de La Molina y experto en crear áreas de conservación “hay pocos lugares en el mundo en el que exista un descenso de altitud tan abismal en tan poca distancia”.

A pesar de la riqueza natural que se aloja en sus bosques, el valle del Kosñipata sigue estando amenazado por la constante presión de la minería que rodea la zona y el evidente crecimiento de los cultivos de coca que se expanden por sus zonas agrícolas. Como lo ha manifestado Marc Dourojeanni, con quien me topé en los jardines de orquídeas de Wayqecha, el distrito de Kosñipata es el centro de una de las Áreas Clave para la Biodiversidad (ACB) que se han registrado a nivel mundial y que fue denominada precisamente Kosñipata-Carabaya.

De allí la importancia que tiene para la institución el estudio de la región donde se encuentran con seguridad los bosques más ricos de la Tierra. Para Catpo y los especialistas con los que conversé durante mi corta temporada en las estaciones biológicas de Acca “la conservación de este paisaje asegurará sin duda la sobrevivencia de un alto porcentaje de las especies vivas del planeta” y una mejor comprensión de los servicios ambientales que generan sus bosques delicados y fascinantes.

“En Wayqecha, Villa Carmen y Los Amigos trabajamos con universidades y centros de investigación de todo el mundo”, comenta Catpo, “nuestro papel como proveedores de servicios como el que damos nos han convertido en un referente en el mundo académico y científico”. En efecto, solo el año pasado se llevaron a cabo 39 proyectos científicos en las estaciones biológicas de ACCA, 16 de los cuales convocaron a estudiantes de universidades de reconocido prestigio mundial.

En la Estación Biológica del Río Los Amigos, el centro de investigación y conservación de 145 mil hectáreas de extensión que administra ACCA desde el año 2000, tuve la suerte de encontrarme con la bióloga Letty Salinas, experta en aves del Museo de Historia Natural de Lima. La ornitóloga co-dirigia en ese momento, junto a la especialista en felinos Samia Carrillo-Percastegui, mexicana, un taller de interpretación biológica dirigido a estudiantes de la California State University San Marcos y la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, la decana del Perú y también de América Latina.

Solo el año pasado se publicaron 45 estudios de investigación cuyos estudios se hicieron en alguna de las tres estaciones biológicas de ACCA.

La batalla no está perdida

Segunda estación, La Pampa

Se estima que los bosques amazónicos ofrecen la mayor biodiversidad de flora y fauna del planeta y que en su superficie podría encontrarse el 50 % del total de las especies vivas existentes, lo han mencionado los expertos que en el año 2015 publicaron “Las rutas del oro ilegal”, el trabajo más completo sobre la minería aurífera en la cuenca; sin embargo, en los últimos veinte años, la deforestación en la Amazonía ha consumido medio millón de kilómetros cuadrados de su territorio.

Juan Loja, biólogo por una universidad amazónica, es el encargado de la sede departamental de ACCA en Madre de Dios y un obstinado creyente en la reconversión del territorio regional –ganado por ahora por los extractivismos y la depredación- en un espacio mejor gestionado, donde las actividades productivas, todas, se lleven a cabo bajo criterios de sostenibilidad y responsabilidad ambiental.

En la zona de La Pampa, entre el kilómetro 98 y el 120 de la carretera Interoceánica, los equipos técnicos de ACCA -y de otras instituciones públicas y privadas, hay que decirlo en voz alta- vienen librando dura batalla para impedir que se destruyan para siempre  los puentes biológicos que permiten el intercambio genético entre las dos grandes áreas naturales del departamento más biodiverso del Perú: el Parque Nacional Manu-Río Los Amigos y la Reserva Nacional Tambopata-Parque Nacional Bahuaja-Sonene.

Las carreteras en la Amazonía, lo ha dicho también Dourojeanni, cuando no responden a criterios de ordenamiento territorial y apropiada planificación, terminan siendo vectores de deforestación galopante y aceleran la pérdida de hábitats muy importantes para la vida en el planeta tal como la venimos concibiendo.

Ejemplos de esas perturbaciones: la carretera Marginal de la Selva construida en la década del setenta del siglo pasado y en la actualidad, lamentablemente, la tantas veces mencionada carretera Interoceánica del Sur, sobre todo en el tramo que corresponde a La Pampa, en la Zona de Amortiguamiento de la Reserva Nacional Tambopata.

Pese a que las evidencias que parecen jugar en contra, Juan Loja es un optimista. “Si evitamos los fraccionamientos en el paisaje que crea la minería mal gestionada podríamos abordar el problema de la carretera de otra manera”, me lo va explicando sobre un mapa que ha extendido en la mesa de reuniones de su institución.

“La carretera en sí no es el problema, se puede trabajar con la gente que está en cada uno de los bordes para generar con ellos los parches de bosque que se necesitan para generar la continuidad biológica que queremos, pero al mismo tiempo hay que evitar que la deforestación avance sobre los bosques en buen estado”.

Vigilancia satelital para salvar el futuro

Para Conservación Amazónica – ACCA la gestión adecuada de la actividad castañera que se realiza en el departamento de Madre de Dios y la protección de los bosques donde crecen los castaños, un árbol milagroso cuyas semillas generan un negocio que involucra directa o indirectamente al 20 % de la población departamental, resulta vital para la sobrevivencia de la Amazonía sur peruana.

El 43 % de los castañales de Madre de Dios, la segunda región exportadora de castaña en el mundo, se encuentra en las márgenes de los grandes ríos del departamento, el resto, en las inmediaciones de la vía Puerto Maldonado-Iberia y dentro del territorio que ocupan la Reserva Nacional Tambopata y el Parque Nacional Bahuaja Sonene”.

Zonas del bosque madrediosense amenazadas permanentemente por el avance de la minería ilegal y la deforestación para fines agrícolas.

De allí la importancia que tiene para la región el proyecto CAMBIO, una iniciativa que cuenta con el financiamiento de la Norwegian Agency for Development Cooperation  (NORAD) cuyo objetivo es precisamente contrarrestar el incremento de la deforestación en la Amazonía peruana mediante el fortalecimiento de las capacidades de monitoreo en tiempo real por parte del gobierno, la sociedad civil y los concesionarios de Madre de Dios.

En otras palabras, dotar a los afectados por la tala ilegal y otras vicisitudes, de las herramientas tecnológicas que ofrece la modernidad –léase para el caso drones- con la finalidad de detectar de manera inmediata las afectaciones en sus predios para poder responder de manera eficiente, oportuna y frenar la destrucción de los bosques que se quieren salvar.

Esto va de la mano, me lo había dicho Carlos Castañeda, uno de los profesionales con más tiempo de servicio en la oficina de ACCA en Madre de Dios, con dos hechos que no deberían pasar desapercibidos para quienes se interesan en el desarrollo de la región.

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El primero, la adquisición por parte del Estado peruano -y posterior puesta en órbita en el año 2016- del satélite Perú SAT-1, el más potente en su género en Sudamérica, el mismo que está permitiendo que la Agencia Espacial del Perú (CONIDA) y el Centro Nacional de Operaciones de Imágenes Satelitales (CNOIS), tengan acceso diario a una serie de imágenes satelitales que permiten analizar el avance de la deforestación en la Amazonia.

Y segundo, que dichas imágenes sean analizadas permanentemente por ACCA a través del conocido Proyecto de Monitoreo de la Amazonía Andina (MAAP), una revolucionaria iniciativa que combina soluciones tecnológicas innovadoras para monitorear la deforestación también en tiempo real. Las alertas de deforestación creadas por la Universidad de Maryland y las imágenes satelitales de alta resolución son analizadas por los especialistas de ACCA para convertir esa información en un formato accesible y de fácil entendimiento para los tomadores de decisión.

Como dice Castañeda, el proyecto CAMBIO que ha sido capaz de convocar a grupos muy activos de castañeros de la región complementa y aterriza –también en tiempo real- los datos satelitales que proveen desde hace tiempo la plataforma MAAP. Se trata en todos los casos de ganarle la iniciativa a la deforestación para cuidar el futuro.

Drones y smartphones contra la deforestación en Madre de Dios

Carlos Castañeda, el coordinador del Programa de Drones de ACCA, sabe lo que dice. Vinculado a la institución conservacionista desde el 2001 su trabajo en todos estos años, aunque ha ido variando de acuerdo a los proyectos en cartera, ha sido fundamentalmente el mismo: salvaguardar la riqueza que se encuentra en los bosques tropicales para generar desarrollo sostenible en las poblaciones locales, principalmente.

Con él y con el fotógrafo asturiano Chema Formentí, ingresé por primera vez a los bosques que se resguardan en la Estación Biológica del río Los Amigos, hasta el día de hoy un corredor natural extremamente rico habitado por indígenas en aislamiento voluntario.

Lo increíble del caso, me lo va contando mientras tomamos un café en el centro de la ciudad de Puerto Maldonado, es que la estación biológica de Los Amigos –o CICRA, Centro de Interpretación y Capacitación Río Los Amigos para los entendidos- viene sufriendo lo mismo que los concesionarios forestales y otros propietarios sufren cotidianamente: la invasión de taladores ilegales o mineros que, papeles en mano, aducen derechos sobre los bosques que pretenden.

Juan Loja me lo había advertido días antes: el problema que se debe afrontar de una vez y para siempre en Madre de Dios es el que ha creado la disparatada superposición de derechos otorgados que existe sobre la tenencia de la tierra. En la región de la biodiversidad, es común que el Estado –ya sea regional o nacional- le siga extendiendo derechos de uso sobre la tierra y el subsuelo a agricultores, concesionarios maderables o no maderables y mineros.

En ese zafarrancho legal los más fuertes son los que terminan, por lo general, imponiendo condiciones. 

Y la minería en Madre de Dios tiene tremendo poder. La minería y la obsesión de las autoridades regionales por la construcción de nuevas carreteras y la agricultura migratoria.

Ojos y oídos para salvar la Amazonía

Tercera estación, Puerto Maldonado

Plantar árboles de manera desarticulada o llenar las calles de manifestantes reclamando acciones concretas que protejan la Amazonía no es el camino para la solución de los grandes problemas que afligen al ecosistema responsable de producir el 20 por ciento del oxígeno que respiramos y la quinta parte de las despensa de agua dulce que nos quedan.

Los enfoques particulares, espontáneos, cortoplacistas, por llamarlos de algún modo, no van a ser los que resuelvan los grandes problemas que estamos en la obligación de afrontar, que en honor a la verdad están vinculados en la mayoría de los casos a dinámicas socio-económicas propias del mundo global o sus soluciones dependen de la toma de decisiones integrales, transfronterizas. Muy pocas veces  locales o aisladas.

Son urgentes las miradas diferentes, el abordaje de los problemas que afectan a la Amazonía de manera conjunta, apelando a la razón y a la ciencia. “Adoptando un enfoque de trabajo integral y manteniendo nuestros pies bien puestos en los paisajes que queremos conservar, vamos a lograr que los bosques amazónicos perduren en el tiempo y beneficien a las futuras generaciones”, me lo había dicho con renovadas certezas Daniela Pogliani en Lima.

Refiriéndose a los proyectos tecnológicos que se están implementando en Madre de Dios con el objetivo de combatir la deforestación, la directora ejecutiva de Conservación Amazónica –ACCA ha comentado lo siguiente: “Nuestra tecnología coloca ojos en el cielo para que los propietarios puedan tener acceso a imágenes de alta resolución y puedan comprobar la existencia de amenazas que les permita tomar las acciones necesarias”.

“Con el proyecto CAMBIO estamos trabajando con la Asociación de Concesionarios Forestales Maderables y no Maderables de las Provincias de Manu y Tambopata (ACOMAT), insiste Loja, con el objetivo de conseguir la continuidad biológica de la que hemos venido hablando.  ACOMAT es el corazón de la iniciativa, estamos hablando de 14 concesionarios que tiene cada uno al menos 40 mil hectáreas en concesión, cerca de 400 mil hectáreas que se van a conservar al trabajar con esta asociación”.

Los castañeros capacitados en el manejo de drones, como la aguerrida Flor Rumayna, concesionaria e impulsora en el lago Huitoto de un emprendimiento de ecoturismo, han sido entrenados en monitoreo satelital de manera que pueden utilizar la información obtenida para realizar denuncias ante el Ministerio Público.

Diez integrantes de ACOMAT han recibido la certificación oficial en manejo de drones que emite el Ministerio de Transportes y Comunicaciones.

Voy cerrando el círculo en Madre de Dios. Como leo en los documentos que recogí en la oficina de ACCA en Miraflores. “la deforestación en la Amazonía Andina se ha incrementado, por lo tanto, hay que seguir implementando el uso de avances científicos innovadores que puedan contrarrestar ese avance”.

Flor Rumayna y Sara Hurtado, otra concesionaria forestal que participa en el proyecto CAMBIO, viajaron en las últimas semanas a Lima para seguir con las capacitaciones que se iniciaron en Puerto Maldonado y en el río Los Amigos y recoger la acreditación que las certifica como “pilotoa de drones”: aprendizaje que con seguridad les va dar mayores competencias para efectuar con mayores bríos su trabajo como custodias forestales, una figura legalmente establecida que permite que sea la propia población local la vigilante de sus bosques y cuerpos de agua.

Custodiar el bosque con herramientas eficientes a la mano, sin duda, constituye un avance significativo –y disuasivo-  en la lucha sin cuartel contra la deforestación y los ecocidios. 

Batallas que por cierto van obteniendo el reconocimiento de la sociedad civil. El año pasado el proyecto “Tecnología de vanguardia satelital y de campo para enfrentar la deforestación en los castañales de la Amazonía Sur Peruana”, una experiencia que resume las lecciones aprendidas a lo largo de estos primeros años de trabajo con las iniciativas MAAP y CAMBIO, fue uno de los ganadores en Latinoamérica del Desafío Google, un concurso que apoya propuestas de innovación social para el desarrollo de la región.

Con los fondos obtenidos, los técnicos del denominado internamente proyecto GOOGLE  han venido ejecutando acciones que permiten utilizar en campo drones y smartphones,  asistidos con programas de navegación GPS, en el necesario patrullaje y monitoreo de las áreas amenazadas por el avance de la agricultura intensiva, la minería ilegal y el cambio del uso de la tierra.

Una tecnología de fácil uso y acceso para propietarios de predios agrícolas y castañeros y, conforme avance el proyecto y se validen sus logros, para emprendedores turísticos amenazados también por la invasión de sus predios.

Según las cifras que maneja ACCA, cuarenta y cinco mil pobladores de Madre de Dios se verán beneficiados con el proyecto y un millón de hectáreas del bosque de la región se podrán salvar de la inminente desaparición. “La tecnología puede cumplir un rol fundamental en Latinoamérica en ayudar a resolver los problemas más apremiantes de la región”, lo comentó un alto funcionario de la más importante empresa de comunicaciones global.

No deja de tener razón, en Madre de Dios, miles de anónimos defensores ambientales –castañeros, acuicultores, agricultores, emprendedores turísticos, shiringueros y muchos, muchísimo más productores sostenibles- empiezan a beneficiarse de los usos tecnológicos de unos aparatitos tecnológicos que fueron creados inicialmente para estar mejor comunicados que ahora están sirviendo también para derrotar el flagelo de la extracción irresponsable de los recursos naturales de la casa de todos.

Qué la revolución tecnológica y las buenas noticias continúen.


(Fotos: Conservación Amazónica / ACCA)