El turismo mal entendido, exento de una adecuada gestión, en manos del entusiasmo y la informalidad, puede ser tan catastrófico para un territorio como la minería o cualquier otra actividad cuya motivación sea la renta y solo la renta. En un comentado reportaje publicado el mes pasado, The New York Times se ocupó del inusitado boom turístico que se viene produciendo en el cerro Vinicunca, en las proximidades del nevado Ausangate, la tantas veces referida montaña sagrada del Cusco. 

Allí, en un escenario impresionante, de hondas raíces culturales, a 5200 metros de altitud, más de mil turistas llegan todos los días atraídos por la promocionada belleza de una nueva joya del turismo inca, la Montaña de Colores o Montaña Arco Iris. Rainbow Mountain en el lenguaje del turismo new age que se vende a montones en las calles aledañas a la plaza de Armas cusqueña.

El prestigioso diario de Nueva York cita a John Widmer, un turista estadounidense que se animó a vivir la experiencia y retornó desilusionado de la visita: “El mal clima, combinado con los guías irresponsables, los caminantes no preparados y las horripilantes condiciones del camino hicieron de esta una de las peores excursiones de mi vida”.

Lo que podría haberse convertido en una posibilidad de desarrollo para las comunidades de pastores de camélidos de estas alturas invulnerables, en una actividad económica para mitigar los efectos visibles del cambio climático en una cordillera cuyos picos más relevantes pierden aceleradamente sus coberturas nevadas, ha devenido, por arte de magia y el querer ganar a toda prisa, en una amenaza para el tejido social y el ambiente de la región donde se celebra cada año el Qoyllur R´iti, la fiesta religiosa más fabulosa de los Andes.

Y también para los pasajeros que ponen en riesgo su vida con tal de conocer Vinicunca, según National Geographic, uno de los cien lugares en el mundo que todo terrícola debe visitar antes de morir (Sic).

Foto: ANdina

Manos a la obra

Conscientes de la precariedad socio-ambiental en la que se encuentra el Ausangate y las montañas que lo circundan, el Gobierno Regional del Cusco, a través de su Gerencia de Recursos Naturales y Gestión del Medio Ambiente y la colaboración de ACCA, una institución comprometida con el desarrollo de la cuenca amazónica, inició con denodado interés la elaboración del expediente técnico justificatorio para establecer sobre el área, valga la redundancia, un Área de Conservación Regional (ACR).

Las áreas de conservación de esta categoría prevista en la legislación ambiental peruana, permiten a los gobiernos regionales gestionar, de común acuerdo con los municipios locales y su población, espacios naturales de indudable importancia ecológica con el propósito manifiesto de conservar y recuperar la biodiversidad existente.

Se trata de una categoría respaldada por el Sistema Nacional de Áreas Naturales Protegidas (SINANPE) que potencia la política ambiental nacional y les transfiere a las propias regiones el manejo responsable de su patrimonio natural. Desde la creación en el año 2005 del ACR Cordillera Escalera, en la región San Martín, se han establecido en nuestro país dieciocho Áreas de Conservación Regional.

Los técnicos del Gobierno Regional cusqueño, con entusiasmo y mucha porfía, por lo menos desde el año 2007, han venido dando los pasos necesarios para que el Consejo de Ministros, previo visto bueno del Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (SERNANP), la autoridad competente en la materia, apruebe la creación de la llamada ACR Ausangate, un área de 126,016.37 hectáreas que se extiende por los territorios de nueve comunidades campesinas ubicadas en los distritos de Ocongate, Marcapata, Pitumarca y Checacupe, en las provincias de Quispicanchi y Canchis, región Cusco.

La iniciativa busca conservar la extrema y frágil biodiversidad, las nacientes de las principales fuentes de agua que utilizan los cusqueños y los valores culturales del área del Ausangate.

La Cordillera Vilcanota, precisa la agencia de noticias Mongabay Latam, es la segunda cordillera más larga del Perú con 469 montañas, siendo el Ausangate, con 6384 m de altitud la más alta de todas. En los pliegues del gigante se concentran lagunas de infinitas tonalidades, quebradas donde fructifica la vida, bofedales muy importantes para la captación de agua, bosquecillos poblados por especies nativas y pastos donde se alimentan vicuñas, llamas y alpacas.

Foto: Walter H. Wust / Acca

El gato de despensero

El ACR Ausangate forma parte de un paquete de 18 zonas prioritarias para la conservación que el gobierno del Cusco declaró como prioritarias a través de una Ordenanza Regional promulgada en el año 2009. Desde entonces a la fecha, dos de ellas, el Choquequirao y el Tres Cañones, obtuvieron el pase del gobierno nacional y se convirtieron en Áreas de Conservación Regional.

El proceso de creación del ACR Ausangate, cuando ingresaba a su última etapa, tuvo un súbito revés que al decir del gerente de Gestión de Recursos Naturales y Medio Ambiente del Gobierno Regional, biólogo Miguel Ángel Atausupa, no desmerece lo actuado y más bien se convierte en un nuevo desafío para la gestión que termina su mandato este año. ¿Qué fue lo que ha sucedido?, ¿por qué no se ha aprobado, como se había previsto, el expediente técnico de creación del área?

En Cusco, lo comprobamos apenas nos instalamos en uno de sus barrios más poblados, la información ha circulado a cuenta gotas. Sucede simplemente que en el proceso de consulta realizado por el equipo del Gobierno Regional del Cusco siete de las nueve comunidades involucradas en el proceso, optaron por desechar la propuesta elaborada. Solo dos comunidades, las de Phinaya y Sallani, decidieron libremente continuar con el esfuerzo.

Foto: Andean Lodges

De acuerdo a un informe técnico del Gobierno Regional al que hemos tenido acceso, la negativa de las comunidades de aceptar el establecimiento de un área protegida en sus territorios se explica por la histórica situación de marginación y abandono que ha caracterizado el vínculo de sus poblaciones con el país oficial. Para estos hombres y mujeres de las alturas del apu Ausangate, cuya economía gira en torno a la ganadería de camélidos y una milagrosa agricultura de subsistencia, la ACR planteada constituye una amenaza latente de expropiación o desplazamiento del territorio que ocupan.

Entonces, mejor oponerse para evitar nuevas agresiones desde el Estado ausente.

Para el biólogo Atausupa, la oposición al modelo de gestión de los recursos naturales y el territorio que se quería implementar en la zona tiene una sola motivación: el temor de las comunidades de perder el control del negocio turístico que se ha venido desarrollando luego de la explosión mediática del cerro Vinicunca. “Las cosas claras, nos lo comentó en su despacho, los líderes que manejan el turismo en la Montaña Arco Iris no quieren ser fiscalizados”.

En las facultades de turismo de Lima y de seguro en las de la propia ciudad del Cusco, el caso Vinicunca ha empezado a ser estudiado como un ejemplo de turismo no planificado, informal y ambientalmente peligroso. El aluvión de visitantes que llegó a estas montañas poco transitadas por humanos, empezó hace tres años cuando las imágenes de la Montaña Arco Iris se instalaron en los escaparates del turismo masivo y el planeta Instagram.

De pronto las comunidades se vieron invadidas por “gringos como en sueños”, para usar el término que el estudioso Jordi Gascón utilizó para tipificar la ilusión y el posterior desorden que produjo la actividad turística en las islas del Titicaca en la década de los años ochenta.

No tardó mucho tiempo para que las propias comunidades empezaran a medrar con la actividad que había empezado a caminar espontáneamente. Un reportaje publicado por la agencia de noticias The Associated Press da cuenta que solo por concepto del pago de boleto de ingreso a Vinicunca, la comunidad de Pampachiri, habitada por 1500 personas, recauda anualmente 400,000 dólares que son invertidos, dicen sus dirigentes, en el mantenimiento de los caminos rurales y en la escuela de la localidad.

Es esta comunidad que comparte la propiedad del recurso con la vecina comunidad de Cusipata la que más se ha beneficiado con la llegada de los turistas que vienen del Cusco muy temprano y se van después del mediodía. Solo en la localidad de Pampachiri (de pampa, llanura en quechua y chiri, frío) 400 arrieros registrados por la propia organización comunal prestan un servicio de cabalgadura cuyo valor no baja de los ochenta soles por persona.

En la actualidad son cuatro los controles que existen para ingresar a Vinicunca: el de Pampachiri y los que han construido las comunidades de Cairahuire, Cusipata y Laya para cobrar el boleto de diez soles que todos los visitantes están obligados a pagar. Hay que anotar que los caballos que se utilizan en la ruta turística transitan por los mismos caminos que usan los visitantes muchas veces cubiertos de barro y estiércol. Un estacionamiento para los vehículos que transportan a los turistas ha sido improvisado sobre lo que alguna vez fue un humedal y los baños desfogan sus residuos en cualquier parte.

En ese escenario de informalidad y sálvense quien pueda, el Área de Conservación Regional propuesta por el Gobierno Regional del Cusco fue vista como una amenaza. Una decisión venida de afuera que ponía en riesgo el statu quo que lamentablemente se ha extendido a otras zonas del macizo Ausangate. En una de las agencias formales que operan la llamada Vuelta al Ausangate, una caminata de cinco días que se inicia en la localidad de Tinki, nos comentaron que sus pasajeros tienen que hacer siete pagos. Cada uno, lógicamente, irá a engrosar las arcas de las comunidades que han hecho valer sus derechos sobre sus territorios.

¿Qué hacer?

No se trata de quitarle prerrogativas a las comunidades que se han involucrado en esta novedosa actividad económica, finalmente la visita a los íconos del Ausangate y las caminatas por sus contornos se realizan mayormente sobre propiedades comunales, eso es clarísimo para el equipo técnico que preparó la propuesta del ACR y para los empresarios formales que operan el destino Ausangate que consultamos y que nos pidieron que no mencionemos su nombre para evitar problemas con los pobladores locales. “Me han amenazado, me dijo uno de ellos, el clima de violencia que se ha instalado en la zona es sumamente peligroso”.

Se trata al decir del biólogo Atausupa de ordenar la casa para que no se destruya el tejido social y el ambiente de uno de los paisajes más hermosos del Perú. “Nosotros les propusimos a las comunidades, señala, firmar un documento que garantizara los compromisos a los que hemos ido llegando como Gobierno Regional. Lo que queremos como autoridades es gestionar el territorio de manera apropiada, consensuada, con su propia gente”.

¿Se siente derrotado?, le preguntamos. “Para nada, en Tres Cañones –se refiere a la ACR que se estableció el año pasado en la provincia de Espinar- sucedió lo mismo y las comunidades que se no estuvieron de acuerdo con la propuesta ahora quieren sumarse a la gestión del área, han visto que los beneficios son mayores”.

Luego del tropiezo ocurrido en la consulta previa de mayo, el equipo técnico del Gobierno Regional de Cusco a cargo de implementar el sistema de áreas de conservación regional que se viene trabajando, ha vuelto a tomar la iniciativa y con el concurso de las comunidades de Phinaya y Sallani, propuso transformar la iniciativa inicial en una más a la medida: la ACR Quelccaya-Sibinacocha, en alusión al nevado Quelccaya y a la laguna Sibinacocha, un área natural cuyos valores ambientales y culturales son casi los mismos.

“Estamos hablando de más de 80 mil hectáreas donde se origina el agua que beben los cusqueños y nacen los cauces fluviales que alimentan las cuencas del río Madre de Dios y Urubamba”. Para el gobernador regional del Cusco, Edwin Licona, la región debe empezar a entenderse como una región eminentemente andino-amazónica, no exclusivamente serrana. De allí la importancia estratégica del establecimiento del ACR que sigue en la agenda regional.

El nevado Quelccaya forma parte de un escudo glaciar de importancia planetaria. Se trata, según la información recogida, del glacial tropical más grande del planeta, una mole gigantesca que ha permitido estudiar en sus hielos perpetuos los cambios climáticos ocurridos en el trópico desde la última era glaciar. “El Perú posee el 71 % de los glaciares tropicales del mundo, asevera Atausupa; sin embargo, el ritmo de desglaciación en los nevados del Cusco es mayor a lo que se estimaba”. “Si todo sigue como hasta ahora, prosigue, en el 2041 solo tendremos un diez por cierto de la cobertura glacial que nos queda”.

Foto: Walter H. Wust

Epílogo

Los técnicos del Gobierno Regional y de ACCA están convencidos de la fortaleza de la propuesta que siguen pergeñando. Aparte de los recursos hídricos y belleza escénica de la zona, la ACR que se pretende establecer posee lagunas de importancia hidroenergética como la de Sibinacocha y Singrenacocha. Precisamente el sábado último, en ceremonia pública a la que asistimos, la Dirección Regional de Comercio Exterior y Turismo del Cusco puso en marcha el circuito turístico La Ruta del Ausangate, una propuesta de desarrollo integral y gestión concertada en uno de los rincones del coloso.

No hay duda que el turismo es una gran oportunidad para las comunidades rurales. En el Ausangate la actividad está haciendo lo suyo. En las proximidades de Vinicunca, las comunidades de Chilca y Osefina se han asociado a una agencia operadora cusqueña para co-gestionar una propuesta de turismo de lujo que incluye el alojamiento en unos albergues muy bien acondicionados en los contornos del Ausangate.

Cientos de familias campesinas se han integrado en Tinki, Pacchanta, Ocongate y otras localidades a una actividad que genera ingresos y puede construir desarrollo. Se trata de organizar la fiesta, ser consecuente con lo que dictan la razón y lo que en algunas partes del mundo se empieza a llamar el posextractivismo, una forma de entender el futuro desde la sostenibilidad real de cada una de las actividades económicas que se desarrolle. El turismo dejó de ser una industria sin chimeneas, inocua, los pasivos ambientales y sociales se acumulan a vista y paciencia de los viajeros sensatos. Y en muchos de los casos, los daños se originaron a partir de las buenas intenciones. Del cumplimiento a raja tabla de la llamada promesa del turismo.

“Vamos a insistir, concluye el biólogo Miguel Angel Atausupa, estamos motivados y vamos a hacerlo con un nombre que incluya el término Ausangate”. El Área de Conservación Regional Ausangate-Quellcaya-Sibinacocha sigue viva.


(Foto cabecera: Ronald Catpo, ACCA)